Explotación infantil en Afganistán, un flagelo difícil de erradicar

Tras la llegada al poder de los talibanes, la comunidad internacional paralizó el envío de los fondos destinados a Afganistán, lo que suponía el 75% del presupuesto nacional. El país se encuentra sumido en una crisis sin precedentes.

En el lago de Qargah, a las afueras de Kabul, era uno de los sitios más turísticos en la ciudad. Algunos niños recolectan la basura olvidada por los escasos turistas que quedan.

Así es la explotación infantil en Afghanistan, donde niños y niñas de incluso 4 años ya trabajan.

Entre los diversos contaminantes en una fábrica de ladrillos a las fueras de Kabul, es donde estos pequeños tienen que trabajar.

Diversas organizaciones de ayuda internacional han advertido que desde el colapso económico al subir la fuerzas del talibán al poder, cada vez más menores caen en la explotación infantil.

Hay niños con diversas enfermedades, quizá en casos se trate de sarampión, una de las enfermedades que más se ensaña con los niños. Un millón de menores de cinco años podrían morir en los próximos meses, gravemente desnutridos, y tres millones sufren de desnutrición aguda.

La mitad de la población de Afganistán, más de 18 millones de personas necesitan ayuda humanitaria de forma urgente. Entre ellos están casi 10 millones de niños.

El régimen talibán no permite a las mujeres trabajar, practicar deporte, estudiar o viajar solas sin la compañía de un hombre. Tras la llegada de los talibanes, la pobreza ha aumentado y 14 millones de niños y adolescentes se enfrentan a niveles de hambre que ponen en peligro su vida, obligando a los padres a tomar medidas extremas, como enviarlos a trabajar.

Fhama, de tan solo 8 años, dice que tiene fiebre y que quizás se trate de sarampión, una de las enfermedades que más se ensaña con los niños. Un millón de menores de cinco años podrían morir en los próximos meses, gravemente desnutridos, y tres millones sufren de desnutrición aguda.

Abdullah, de 13 años, realiza leves incisiones en las cabezas de las adormideras, todavía verdes. Los cortes exudan un líquido que, seco, se convierte en una resina pegajosa marrón con la que se procesa el opio. Por 20 jornadas gana unos 450 dólares. Es el único sustento de su familia.