¿Cuál es la relación entre la adicción al chocolate y la leche materna?

Existe una razón científica que respalda la adicción al delicioso dulce de cacao que consumimos desde hace miles de años, y es que el chocolate contiene una variación de sustancias psicoactivas como la anandamida, que estimula al cerebro de la misma forma que el cannabis.

El chocolate también contiene tiramina y feniletilamina que son sustancias con efectos similares a la anfetamina.

Estas sustancias al igual que la teobromina y la cafeína, son dos conocidos estimulantes que se encuentran presentes en el chocolate en cantidades mínimas por lo que no se alcanza a explicar por que no es tan irresistible.
El cambio de textura que sucede al derretirse el chocolate en nuestras bocas, estimula los receptores que se encuentran en nuestra lengua estimulando el un inmenso sentimiento de placer.

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Sin embargo lo que realmente hizo un cambio en el consumo del chocolate fue la incorporación de grasa y azúcar, pues las elevadas cantidades de estos ingredientes son indispensables para obtener el dulce que consumimos en la actualidad.
Estas inmensas cantidades de azúcar y grasa rara vez se encuentran en productos naturales, o al menos no juntas, sin embargo uno de los pocos alimentos en los que los dos están juntos es la leche.
En especial la leche materna es particularmente rica en azúcares naturales, y contiene la misma cantidad de grasa y azúcar (1 gramo de grasa por cada dos de azúcar) que se encuentra en el chocolate con leche, galletas, rosquillas y helado.
Esta combinación activa un área del cerebro llamada amígdala, que es fundamental en nuestra respuesta emocional a la comida, y afecta el núcleo accumbens, encargado del deseo.

Los productores de alimentos conscientes de esta adictiva fórmula la explotan para engancharnos con sus productos.

Es decir estos alimentos nos encantan por su similitud con nuestra primera comida, y con el paso del tiempo, nuestra predilección por esta mezcla de carbohidratos y grasas no cambia.
La influencia de nuestra primera comida crea un patrón para el tipo de alimentos que nos gustará en el futuro, aunque estos no sean tan saludables como la leche materna.